martes, 2 de agosto de 2016

APRENDIENDO A PREDICAR 2


LECCIÓN 2>>>

Hace dos siglos que el mundo habla del famoso sermón, Pecadores en las manos de un Dios airado, y de los oyentes que se agarraban a los bancos pensando que iban a caer en el fuego eterno. Ese hecho fue solamente uno de los muchos que ocurrieron en aquellas reuniones, en que el Espíritu Santo desvendaba los ojos de los presentes, para que contemplaran las glorias de los cielos y la realidad del castigo que está bien cerca de aquellos que están alejados de Dios.


Jonatán Edwards fue la persona que más sobresalió en ese avivamiento que se llamaba el “Gran despertamiento”. Su vida es un destacado ejemplo de consagración al Señor, para el mayor desarrollo del entendimiento, y sin ningún interés personal, de dejar al Espíritu Santo que hiciera uso de ese mismoentendimiento como un instrumento en sus manos. Jonatán Edwards amaba a Dios, no solamente de corazón y alma, sino también con todo su entendimiento. “Su mente prodigiosa se apoderaba de las verdades más profundas.” Sin embargo, “su alma era de hecho un santuario del Espíritu Santo”. Bajo una calma exterior aparente, ardía e! fuego divino, como un volcán.

Los creyentes de hoy le deben a ese héroe, gracias a su perseverancia en orar y estudiar bajo la dirección del Espíritu, el retorno a varias doctrinas y verdades de la iglesia primitiva. Fue grande el fruto de la dedicación del hogar en que nació y se crió. Su padre fue pastor amado de una misma iglesia durante un período de sesenta y cuatro años. Su piadosa madre era hija de un predicador que pastoreó una iglesia durante más de cincuenta años.

De las diez hermanas de Jonatán, cuatro eran mayores que él y las otras seis eran menores. “Muchas fueron las oraciones que sus padres elevaron a Dios, para que su único y amado hijo varón fuese lleno del Espíritu Santo, y llegase a ser grande delante del Señor. No solamente oraban así, con fervor y constancia, sino que se dedicaron a criarlo con mucho celo para el servicio de Dios. Las oraciones hechas alrededor del fuego del hogar los inducían a esforzarse, y sus esfuerzos redoblados los estimulaban a orar más fervorosamente… Aquella enseñanza religiosa y constante hizo que Jonatán conociese íntimamente a Dios, cuando aún era muy pequeño.”

Cuando Jonatán tenía siete u ocho años, hubo un avivamiento en la iglesia de su padre, y Jonatán se acostumbró a orar sólito, cinco veces, todos los días, y a llamar a otros niños para que oraran con él.

Aquí citamos sus palabras sobre este asunto: “La primera experiencia, que recuerdo, de sentir en lo Intimo la delicia de Dios y de las cosas divinas, fue al leer las palabras de 1Timoteo 1:17: ‘Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos, Amén.’

Sentía la presencia de Dios hasta arderme el corazón y abrasarme el alma de tal manera, que no sé cómo describirla. .. Me gustaba pasar el tiempo mirando la luna, y de día, contemplaba las nubes y el cielo. Pasaba mucho tiempo observando la gloria de Dios, revelada en la naturaleza, y cantando mis contemplaciones del Creador y Redentor. Antes sentía mucho miedo al ver los relámpagos y oír el estruendo de los truenos. Sin embargo, más tarde me regocijaba al oír la majestuosa y terrible voz de Dios en la tronada.”

Antes de cumplir los trece años, inició sus estudios en el Colegio de Yale, donde en el segundo año, leyó atentamente la famosa obra de Locke: Ensayo sobre el entendimiento humano. Se ve en sus propias palabras acerca de esa obra, el gran desarrollo intelectual del muchacho: “Encontré más gozo en su lectura, que el que siente el más ávido avaro al juntar grandes cantidades de oro y plata de tesoros recién adquiridos.”

Edwards, antes de cumplir los diecisiete años, se graduó en el Colegio de Yale con las más altas calificaciones. Siempre estudiaba con mucho ahínco, pero también buscaba tiempo para estudiar la Biblia diariamente. Después de graduarse, continuó sus estudios en Yale, durante dos años, y entonces fue elegido para el ministerio.



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