A través de la historia Dios llama a sus siervos para que lleven a cabo sus propósitos en el mundo. A menudo tales hombres son jóvenes. Con frecuencia, son llamados por Dios para tomar el relevo de manos de la generación anterior y para continuar con el llamado de liderar la iglesia. Uno de los llamados que Dios les otorga es la tarea privilegiada y sagrada de alimentar al rebaño de Cristo a través de la predicación de la Palabra.
Sin embargo, a medida que uno lee la Escritura y pasa tiempo ministrando al pueblo de Dios, una cosa queda clara: no siempre es fácil para la gente recibir el ministerio pastoral de parte de un hombre joven.
Así que, ¿cómo puede un pastor joven ayudar a su congregación a tener confianza en él y escuchar lo que tiene que decir desde el púlpito?
Aquí hay seis cosas que recordar:
LA MAYOR NECESIDAD DE MI CONGREGACIÓN ES MI PROPIA SANTIDAD
1. Crece en santidad personal
Cuando el apóstol Pablo escribió sus cartas a Timoteo, enfatizó en la importancia de vivir una vida piadosa para aquellos que buscan liderar la iglesia (1 Timoteo 1:18-19; 3:1-10; 4:6-16; 5:22; 6:11-16, 20- 21). La devoción y piedad personal de Timoteo garantizarían el impacto de la Biblia en la congregación (1 Timoteo 4:16). De hecho, Pablo escribió más sobre la piedad que sobre la forma en la que debería predicar. Esto no quiere decir que aprender a predicar no sea importante, pero sí quiere decir que la santidad personal es fundamental para poder predicar fielmente la Palabra de Dios.
Timoteo, a pesar de su juventud, pudo ser un pastor fiel al ser ejemplo de piedad y santidad personal. El siguió el consejo de Pablo:
Timoteo, a pesar de su juventud, pudo ser un pastor fiel al ser ejemplo de piedad y santidad personal. El siguió el consejo de Pablo:
“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4: 12).
Los predicadores jóvenes no pueden exigir a una audiencia que los escuche, y sobre todo no pueden exigir que los respeten o los sigan. Un predicador joven se gana el cariño, la atención y el respeto de su congregación a través de una paciente demostración de fidelidad hacia Dios y su congregación a lo largo del tiempo. Un joven que busca la santidad, tendrá mayores posibilidades de influenciar en las vidas de los miembros de su congregación para la honra de Dios. Tal como lo dijo Robert Murray Mc’Cheyne, a sus 20 años de edad: “La mayor necesidad de mi congregación es mi propia santidad”.
2. Dedica el tiempo necesario para preparar sermones
Pablo exhortó al joven Timoteo a dedicar gran parte de su ministerio a la enseñanza (1 Timoteo 4:1, 13-16). Al respecto escribió: “Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos” (1 Timoteo 4:15).
Cuando Pablo exhorta a Timoteo a: “ocuparse”, significa que debe “continuar realizando una actividad con cuidado y preocupación,” y al decirle “permanece”, Pablo estaba indicándole que tendría que dedicar todo su ser a predicar y preparar sermones para el beneficio de la congregación y la gloria de Dios. Pablo sabía que Timoteo, así como todo predicador joven después de él, no tenía la experiencia que otros predicadores mayores tenían, pues simplemente no había estado al frente de la batalla el tiempo suficiente para poder tener gran experiencia en el ministerio.
Para predicar un sermón que sea útil para la congregación y a la vez honre a Cristo, un ministro debe dedicar hora tras hora, gota tras gota de sangre, minuto tras minuto, para poder presentar un sermón que alimente eficazmente a las personas. En pocas palabras, los predicadores jóvenes deben luchar duro para servir un banquete digno a sus oyentes. Este tipo de comida les dará un mayor conocimiento de las profundidades de Dios y la hermosura del Evangelio.
Como ejemplo: si usted ha trabajado en un restaurante de alta cocina sabrá que el plato que fue puesto delante de usted pasó por más de dos manos. Varias personas dedicaron tiempo y esfuerzo en crear el plato perfecto. Desde el chef hasta en el mesero, pasando por los diferentes cocineros en la cocina, se requirió de tiempo para poder elaborar un buen plato digno de un restaurante de alta calidad. De la misma manera, los predicadores jóvenes deben entrar al ministerio sabiendo que deberán pasar muchas horas elaborando sermones que alimenten dignamente a las ovejas de Cristo.
3. Reconoce tu dependencia de Dios
Al igual que un árbol joven, a los predicadores jóvenes todavía no les han crecido todas sus ramas y aún no son un árbol que infunda gran confianza. Me refiero al tipo de confianza que viene sólo después de años de servicio en la misma congregación. A diferencia de hombres con gran experiencia, los predicadores jóvenes normalmente no han pasado por la escuela refinadora y purificadora del sufrimiento. Simplemente por su juventud, no han tenido tanto tiempo para crecer en santificación, resistencia contra la tentación y pasión por la proclamación del Evangelio.
NECESITAN SER LO SUFICIENTEMENTE HUMILDES PARA RECONOCER NUESTRA DEPENDENCIA EN DIOS
Las doctrinas, convicciones y filosofías del ministerio deben ser probadas día tras día, tarea que no se lleva acabo de la noche a la mañana. Cuando somos jóvenes y verdes, se nos hace demasiado fácil pararnos en el púlpito y proclamar con gran ímpetu nuestras convicciones. Pero es otra cosa muy distinta, hacerlo a través de sangre, sudor y lágrimas al velar por las almas de nuestros oyentes. Por eso es que los pastores jóvenes necesitan desesperadamente ser lo suficientemente humildes para reconocer su dependencia de Dios para llevar a cabo el ministerio pastoral.
4. Ora por tu congregación
Escuchar sermones no toma menos esfuerzo espiritual que elaborar sermones. Los predicadores jóvenes deben entender que la labor de proclamar el Evangelio y las doctrinas bíblicas requiere del poder sobrenatural en la vida de los oyentes. Las palabras deben impactar el alma y el espíritu, no meramente los oídos o las emociones.
Debemos recordar que nuestros oyentes son personas que luego de una semana de trabajo están fatigadas, tal vez cansadas por algún problema familiar o sufren por alguna tragedia. Otros viven en la hipocresía, la idolatría y la ignorancia. En las sillas delante del púlpito existen matrimonios insatisfechos, papás desgastados por sus hijos, madres ansiosas y solteros luchando contra las tentaciones de la juventud.
Como ministros, no nos enfrentamos solamente a los problemas de la carne de cada persona. También debemos reconocer que Satanás constantemente busca la manera de robar la semilla de la Palabra de Dios en la vida de las personas. Por lo tanto, nuestra respuesta debe ser orar y velar por ellos constantemente.
¿Cuánto tiempo pasa orando por las almas de las personas que le escuchan domingo tras domingo?
5. Dedica tiempo para conocer a las personas
Como todos los cristianos, aún los predicadores son miembros del cuerpo de Cristo. Por esto, tienen la responsabilidad de permanecer conectados de manera significativa a una iglesia local. Los pastores necesitan el refinamiento, el cuidado y la responsabilidad que Cristo dispensa a través de la iglesia local. Nosotros no somos los héroes de la iglesia local, es Cristo.
Parte de la labor pastoral consiste en pasar tiempo con las personas con el fin de conocer su condición espiritual. Debemos tener tiempo con la congregación y escuchar a sus miembros. Parte de nuestra labor es conocer sus sufrimientos, luchas, alegrías e ídolos. Por lo tanto, debemos reconocer que nuestra predicación mejorará conforme nos encontremos lo suficientemente cerca de la congregación para poder ver cuáles son sus mayores necesidades. Pues al conocer sus cicatrices y dolencias, podremos amarlos mejor y elaborar ilustraciones y aplicaciones que les sean más apropiadas.
SI ALIMENTAMOS EL ORGULLO EN NUESTRO CORAZÓN, TARDE O TEMPRANO AFECTARÁ NUESTRAS VIDAS, FAMILIAS, MINISTERIO Y CONGREGACIÓN
Conforme su congregación lo conozca más, mayor será el afecto, respeto y atención hacia sus palabras. Entre más lo conozca su congregación, si usted es un hombre de Dios, entonces ellos querrán escuchar más las palabra que tiene que decir, pues sabrán que les está alimentando con la pura Palabra de Dios. Tal como me lo dijo uno de mis héroes, el Dr. Alex Montoya: “Si tu gente sabe que los amas, muy rara vez predicarás un mal sermón”.
6. No pienses en ti mismo como un gran predicador
Pocas personas buscan tanto halago y aplausos como un hombre joven. Esto es un gran peligro, en particular, para aquellos de nosotros que estamos de pie en el púlpito. Si alimentamos el orgullo en nuestro corazón, tarde o temprano afectará nuestras vidas, familias, ministerio y congregación. Si pensamos en nosotros mismos como grandes predicadores y no entendemos por qué las personas no se dan cuenta de lo magníficos que somos, entonces no hemos entendido el llamado a predicar la Palabra con humildad y fidelidad. El pastor joven debe alejarse de pensar en sí mismo como un gran predicador (especialmente si es capaz de atraer a una multitud) (Romanos 12:3).
Pero sobre todo, el predicador joven debe verse a sí mismo como estudiante y no amo y maestro en la escuela sagrada de la predicación. Pudiésemos llegar a dominar ciertos aspectos del ministerio (nunca de manera perfecta, por supuesto), pero difícilmente podremos dominar algo tan importante como la proclamación de la Palabra del Dios viviente.
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